viernes, 22 de enero de 2010

Las victorias del capitalismo


Admitámoslo: somos el capitalismo. El único sistema global vigente con diferentes expresiones a lo largo y a lo ancho del planeta es usado y recreado a diario por las distintas sociedades. Muchos son los que pueden adquirir a diario una cantidad suficiente y a veces exagerada de mercancías necesarias o no  para la subsistencia y el ocio. Otros tantos, sólo se pueden contentar con subsistir y unos muchos con ninguna de las dos cosas. Estando inmersos en éste paradigma podemos reconocer a priori diversas falencias estructurales que lo caracterizan, a saber: producción incesante y amoral; con tal de obtener un beneficio, no importa que un producto tenga que recorrer miles de kilómetros con la emisión de toneladas de dióxido de carbono que eso supone, antes de llegar a las manos del consumidor. Aunque ello ponga en peligro, a fin de cuentas, a toda la humanidad (1). Un sistema que ni siquiera es capaz de asegurar la vida de las generaciones futuras, ni de aquellos a los que más protege. Un sistema que, lejos de integrar, desintegra, compartimenta y  aliena a sus integrantes. Un sistema que, en su forma plena se expresa mediante la teoría del liberalismo económico (donde el precio de los bienes o servicios es acordado por el consentimiento mutuo de los vendedores y de los compradores mediante las leyes de la oferta y la demanda) y para lo cual la implementación efectiva de libre mercado requiere que entre los participantes de la transacción comercial no haya coerción, ni fraude, de modo que todas las transacciones sean moralmente voluntarias y también que exista información perfecta y otras condiciones que garanticen la competencia perfecta (entendiendo a ésta como aquella en la cual, para un producto determinado, existen una cantidad suficiente de oferentes) (2) pero que, no obstante, es centralizador, corporativo y monopólico. Un sistema  que, ante una crisis surgida de su propia lógica, socializa las pérdidas y entrega millonarias sumas a los ejecutores de la debacle -aún en tiempos de austeridad- para enmendar el daño causado a la vez que éstos abren  nuevos frentes de extracción/explotación.

Sin embargo, a pesar de las sucesivas contradicciones que a menudo quedan al descubierto, el nivel de convulsiones sociales,  queja sistemática por parte de la ciudadanía y voluntad de distintos actores del poder ciudadano por reformular estas bases autodestructivas son ínfimas en comparación a la magnitud del daño causado. Dicha mansedumbre se corresponde con una gran victoria del capitalismo: lograr llevar las demandas basadas en argumentos lógicos a escuetos razonamientos ideológicos salidos de alguna facción política en particular. Si los cuestionamientos atacan las bases (incoherentes) del método capitalista, la respuesta de la opinión pública se traduce en malestar -a veces reaccionario- y se avala en la siguiente forma del discurso: “usted es comunista”, o derivaciones similares según el territorio y proceso histórico considerado ya que la única forma de encubrir una falacia, es con otra falacia. Dicho triunfo funciona como maniobra evasiva y es alimentado -con frecuencia- por confundidas e histéricas izquierdas que sólo pierden espacios, ideas y banderas ante una derecha que se lo apropia todo sin ejercer dinámica alguna.

El caso argentino

No es menos singular la realidad argentina en tanto se refiera a la opinión pública en sí misma. Hoy en día, dominada por los grandes medios de difusión del país, que se encargan hasta el hartazgo de repetir e ilustrar que el gobierno nacional es algo así como una reproducción guerrillera emanada del pasado con propósitos subversivos (o “trosko leninista” según el fallido ministro de educación porteño Abel Posse). También es sabido que desde aquella célebre resolución 125 se ha entrado en un conflicto permanente y desgastante entre el gobierno nacional y los representantes de una heteróclita derecha, empresariado agrario, ciertos sectores industriales y el monopolio de la difusión: el grupo Clarín.

Y entre tanto conflicto, los grandes medios enardecen al votarse una nueva ley de radiodifusión (que, valga la redundancia, viene a reemplazar a una última, sancionada en dictadura) y entonces la caja interactiva y los matutinos de mayor tirada se convierten en un auténtico Load, appear, fire (4) donde se comienzan a jugar el devenir de su propio espacio ante una nueva ley de carácter amplio que asegura la participación de diversos sectores marginados de la difusión real y, obviamente, quita participación al imperio.  Luego el negocio de los partidos de fútbol viene a dejar de ser negocio y ahora resulta que quienes accedan a los canales de aire podrán verlos sin tener que pagar coste adicional alguno (de compañía de cable y luego de decodificación). Análogamente, se lanza una mega campaña para “cambiar la ley de medios” o directamente derogarla. Asimismo, muchas personas se alzan en voz alta en contra de la apertura de la televisación del fútbol, bajo infundadas sospechas de que el balompié local se plagaría de jugadores rusos, aduciendo un enigmático gusto por dicho deporte basado en las mensualidades que pagan a sus compañías de cable. 

Y esta introducción viene a cuenta del ataque que sufre una corporación, que con buenos reflejos relativiza la lógica de los argumentos a la vez que encubre su carácter monopólico y hace de la escena que ellos mismos recrean un rosario de lugares comunes histérico e irascible. Capta a una gran masa de superficie que luego reproduce su mensaje sin reflexión alguna y con un creciente nivel de ceguera. Al lograr politizar los argumentos a la vez que fortalece el discurso sobre el descrédito en política oficialista, logra una ecuación perfecta en la cual sus intereses serán defendidos por muchos aún cuando no sean sus propios intereses. Así, un lúcido Raúl Scalabrini Ortiz nos advertía hace tiempo "La prensa es quizá la más eficaz de las armas que los países poderosos han utilizado para dominar pacíficamente a los países más débiles (...). Opera mediante el diestro empleo de la información (...) y sólo transfiere aquella parte de la realidad que conviene a los intereses que representa".

Otra victoria del sistema de persuasión basado en la ira identificativa se da cuando un ciudadano que puede o no estar de acuerdo con el gobierno nacional, apoya un proyecto de ésta envergadura porque ha logrado leer el mensaje de fondo: la descompresión del monopolio difusivo. Entonces, ésta persona se convierte más o menos en lo que un heliocentrista en tiempos de inquisición. Si se expresa en un lugar común, se arriesga a sufrir diversos agravios y condenas sociales y aún cuando intente explicarse por sus vías, no será escuchado, será repelido al instante pues estar de acuerdo en algo con el gobierno nacional lo transforma en un “oficialista, piquetero o gremialista” y nótese que ninguno de los términos anteriores simbolizan en sí un agravio, pero que, fruto de una hondonada de información sensacionalista ha logrado instalarse en los lugares comunes como “algo malo”. Es decir, si uno se manifiesta dentro de su entorno laboral en una acción colectiva con sus colegas reclamando mejores condiciones es tildado “gremialista” o, si sale a la calle a manifestarse, pasa a una segunda instancia, “piquetero”. En ambas acciones, un grupo de personas defienden sus derechos laborales (3), no sólo relacionados con ciertos códigos del derecho sino también inscriptos en la constitución del país luego de intensas luchas que representaron a su vez la pérdida de vidas humanas, de trabajadores, para lograr algunas reivindicaciones. Por el contrario, si usted sale a la calle a reclamar por “la inseguridad”, y, es preciso aclarar que todas estas manifestaciones son en reclamo de mayor seguridad urbana, llamada erróneamente a secas “seguridad”, usted es un hidalgo caballero de la patria, una víctima de las desastrosas políticas en materia de “seguridad” del gobierno nacional. Cuando, en realidad lo que se encubre es que el aumento de los ilícitos urbanos se condice con un aumento exacerbado de la población, de la propia lógica excluyente del sistema, y, ahora sí, de políticas gubernamentales (no sólo oficialistas) en la materia insuficientes, que atinan a aumentar cuantitativamente la vigilancia a la vez que aumenta la corrupción en las instituciones que ejercen tal acción y se sesgan las políticas integradoras de seguridad social o éstas terminan induciéndose al clientelismo.

En la descripción anterior queda al descubierto sólo una pequeña trama de la compleja y contradictoria realidad argentina, guiada por los preceptos del modelo, donde hay dos grandes fuerzas opuestas y varios intermediarios que se posicionan de uno u otro lado en favor de sus propios intereses, pero rara vez del interés colectivo.

El triunfo de la voluntad (5)

La pobreza, la pobreza extrema (indigencia) y el pauperismo son en general asociados fácilmente a los grandes miedos de las sociedades modernas: el robo, el asesinato, etc. Un ejemplo paradójico lo da Bernard Madoff quién gestó un robo de dinero que excede en mucho las posibilidades de cualquier ratero urbano. La diferencia entre uno y otro radica en que el primero formó una compañía en Wall Street para tal fin y el segundo es víctima de un sistema que no ha logrado incluirlo. Está claro, ambos se dedican al robo, quizá el segundo lo haga por subsistencia, o porque ha caído en las manos de un red criminal que lo obliga a robar para un grupo de personas (llámese pandilla o mafia policíaca) a cambio de dinero, drogas ilícitas, etc. Estas conjeturas se muestran a título de develar que la condición de exclusión del segundo sujeto determina su inserción en la delincuencia urbana; en cambio, la condición de inclusión del primer sujeto lo hace responsable ante sus múltiples alternativas y, formar una compañía financiera de carácter especulativo con el único fin de estafar a sus clientes es un agravante.

La pobreza y sus consecuencias siempre son presentadas como problemas a erradicar, no en vano los diferentes gobiernos destinan más o menos fondos anuales a hacerlo sin duda insuficientes. También múltiples organizaciones no gubernamentales, fundaciones, etc., se dedican a mejorar situaciones puntuales. Sin embargo, siempre hay algo obsceno (fuera de la escena que nos difunden), y es que mientras se decide un fondo de setecientos mil millones de dólares estadounidenses para salvar al sistema financiero, mucho menos del 1% de esa cifra se destina a paliar problemas derivados de la pobreza, como el hambre de los seres humanos. La contradicción está a la vista, lo que hay que erradicar son los pobres, pero en términos de eliminación sistemática ya sea por hambrunas o condiciones derivadas de la situación de pobreza. De esta realidad son cómplices conscientes quienes tienen los instrumentos en términos de poder para generar una acción transformadora, es una red compleja de responsabilidad, pero cada integrante de la misma es más o menos culpable por su sumisión.

El exceso y la concentración de riqueza no es visto como un problema, por el contrario, la victoria del capitalismo en éste sentido radica en que se tiene la falaz convicción de que si les va bien a los ricos estos, impulsados por su benevolencia y conciencia social, salpicarán sus beneficios con todos aquellos que tengan alguna necesidad básica insatisfecha. Es decir, si a los ricos les va bien, es esperable que en conjunto nos vaya mejor a  todos. Aún cuando no hay una relación causal directa entre el enriquecimiento de uno y el bienestar de otro, el sistema se ha propuesto -y lo ha logrado con el éxito pertinente- en imponer tal mentira como verdad.

“El hombre simple no capta las tareas propias de su época, le son presentadas por una elite que las interpreta y se las entrega en forma de receta, de prescripción a ser seguida. Y cuando juzga que se salva siguiendo estas prescripciones, se ahoga en el anonimato, índice de la masificación, sin esperanza y sin fe, domesticado y acomodado: ya no es sujeto. Se rebaja a ser puro objeto, en términos de Fromm, se Cosifica” (6). “Se liberó de los vínculos exteriores que le impiden trabajar y pensar de acuerdo con lo que había considerado adecuado. Ahora sería libre de actuar según su propia voluntad, si supiera lo quiere, piensa y siente. Pero no sabe. Se ajusta al mandato de autoridades anónimas y adopta un yo que no le pertenece. Cuanto más procede de éste modo, tanto más se siente forzado a conformar su conducta a la expectativa ajena. A pesar de su disfraz de iniciativa y optimismo, el hombre moderno está oprimido por un profundo sentimiento de impotencia que lo mantiene como paralizado, frente a las catástrofes que se avecinan” (7).

Como se ve, el debate por la continuidad del ser humano (aunque sea bajo condiciones extremas o cambiantes fruto de un inminente cambio climático a nivel global) debe darse juzgando la voluntad de las corporaciones que detentan el poder en conjunto con una profunda crítica y reforma del despilfarro autodestructivo propuesto por el capitalismo. Los mecanismos de defensa del mismo son diversos y adquieren dimensiones complejas, como se intentó mostrar anteriormente. Sin embargo, la conciencia y madurez de un compromiso colectivo apolítico puede poner en jaque a un sistema debilitado sobre la base de que vivir en austeridad en comunidades más reducidas, bajo la menor dependencia,  impulsando un desarrollo sustentable total con independencia energética y tecnológica, puede ser una realidad y no mera utopía idealista.

¿Será posible una organización social de suficientes dimensiones como para cambiar el capitalismo antes de que el agua se caliente lo suficiente como para  cocinar al sapo? (8) 


http://progresocial.blogspot.com


1) Ramonet, Ignacio. “Ultimátum a la tierra”. Le monde diplomatique edición Latinoamérica. Diciembre de 2009, página 5.

2) Wikipedia. “Libre comercio y Competencia perfecta”.

3) Cabe destacar que un piquetero propiamente dicho defiende sus derechos ciudadanos ya que no posee empleo (es desocupado) o no  lo posee bajo las reglamentaciones de la lay (empleado precarizado o cuentapropista informal)

4) En español, “carguen, apunten, fuego”.

5) El triunfo de la voluntad (en alemán, Triumph des Willens) es una película propagandista nazi dirigida por Leni Riefenstahl.

6) Freire, Paulo. “La educación como práctica de la libertad”. Siglo veintiuno editores, página 33.

7) Fromm, Erich. “El miedo a la libertad”, páginas 275-276.

8) Retórica basada en la experiencia del sapo. Si se arroja un sapo al agua en ebullición, este intentará salirse del medio  lo antes posible. Sin embargo, si se coloca al sapo en agua a temperatura ambiente y se calienta el medio progresivamente, el sapo permanece allí, hasta morir, sin intentar escape alguno.


1 comentario:

  1. Felicidades por hacer nacer a progreside, ese ave fenix que ha regresado de sus cenizas calentitas.

    ResponderEliminar